07 junio 2009

VIÑETAS SUDACAS - Número 3




Cada tanto, con frecuencia creciente, alguna ambulancia atraviesa a toda velocidad una avenida cualquiera de la metrópolis. Todo el tiempo, durante las 24 horas. No pertenece a una única entidad de servicios asistenciales urbanos. Si se presta atención, podrá verificarse que –más allá del vehículo previsible dentro de la órbita municipal– se trata de ambulancias ultra-modernas pertenecientes a empresas médicas privadas: unidades coronarias móviles o equipos para casos que requieren atención de emergencia.

Al mismo tiempo, como faz complementaria del mismo ímpetu emergencial, aparecen nuevos centros médicos adscriptos al ritual y también lujosos centros de oficinas desde donde se administra esta muy rentable operación llamada “medicina prepaga”. Entretanto, se multiplican las redes de enormes farmacias donde se comprueba la presencia incesante de consumidores de los medicamentos que sin cesar son recetados en medio del vértigo señalado, o en la creciente maraña de consultorios “externos” que también se multiplican en la ciudad.

Al observador avezado no se le escapan otros detalles singulares de este apasionado ritual médico-asistencial. Por ejemplo, periódicamente aparece un nuevo emporio de “servicios de salud” que ofrece tarifas ultra-accesibles para que el grupo familiar tenga cobertura de servicios profesionales vinculados al “arte de curar”, algo publicitado en los espacios que brindan los vagones de la red de trenes subterráneos donde viajan apiñados decenas de miles de empeñosos candidatos a algún tipo de crisis orgánica o fisiológica.

En las fotos: médicos sonrientes, bebés rosaditos, parejas embelesadas, abuelos rozagantes y niños jugando dan la sensación de que asumen como necesidad imperiosa la pertenencia a alguno de estos clubes exclusivos para se atendidos en caso de necesidad, para evitar la desdichada experiencia de acudir a un hospital público (sinónimo de calamidad sanitaria).

En los últimos tiempos, los sobres que contienen facturas de algún servicio metropolitano o cuentas bancarias, incluyen coloridos folletos que promueven, no la preservación de la salud, sino la administración de la enfermedad.