
Cada vez más gente transmite su mundo al espacio de Internet, donde millones de envíos análogos se entrecruzan sin cesar, mientras la información acumulada es analizada y procesada por entidades “fantasma” que van desde los investigadores de mercado y los vendedores de infinidad de productos, hasta los servicios secretos de todo calibre, los traficantes de pornografía y los proveedores de informática comercial. Entretanto, en la “jaula planetaria”, grandes sistemas espías como Echelon y Carnivore procesan no solamente los contenidos almacenados en los bancos de datos gratuitos que son los e-mails, los sitios de afinidad y las páginas personales, sino también las comunicaciones de telefonía celular (cada vez más empalmadas con el ciber-universo), los mensajes de fax y las señales de radio y televisión.
Millones de adolescentes viven embutidos en el micro-espacio que rodea su terminal de computadora, sedentariamente, colocando en segundo y tercer plano la eventualidad de una intervención en el mundo real, cotidiano. Millones de adultos viven adscriptos a un chat, a un Skype o a un contestador telefónico, mientras todos sin excepción articulan su pulgar, reduciendo la vida a telegráficos mensajes de texto.
El Totalismo Global avanza a raudales y